miércoles, 10 de noviembre de 2010

Conexión Atemporal

Orestes despertó ese día con la sensación de haber estado en otro sitio mientras dormía. Se vio a si mismo rodeado de individuos que ahora desconocía y emanaban de sus recuerdos. Personas tan cálidas como el hogar.
Miró la hora, aún era demasiado temprano pero decidió levantarse para encontrar de inmediato algo en que ocuparse.
Dentro de su rutina laboral Orestes no dejaba de retomar lo que recordaba del sueño. Le parecía escalofriante la idea de que fuese real. Tenía una estreches mental enfermiza que lo incapacitaba en el acto de creer y entender aunque poco a poco comenzaba a abrirse mas a la idea de que era posible compartir otra realidad con alguna proyección idéntica a el, que ambos sostenían un vinculo real entre este mundo y aquel… Y tal ves entre otros tantos que escondidos estaban y no habían sido experimentados.
Ya pasaban de las veintidós horas, Orestes caminaba por las calles que habitualmente concurría, esta vez en piloto automático, pues en realidad era solo una coraza de carne lo único que de el restaba en esta orbe.
Regresó a casa, apuradamente tomo su cena y subió a su habitación. Ni siquiera su libro favorito lograba desprenderlo de su trance y fue entonces cuando se rindió y decidió entregarse a sus vivencias de ensueño.
-Siempre soñando despierto carajo, ¿Es mucho pedirte que te quedes aquí como la gente ordinaria? No te entiendo cuando te quejas de aquellos detalles del momento que te pierdes.- Dijo Eva mientras compartía su telescopio con Orestes. Observaban el manto estelar desde la sima de las montañas nevadas. Era una actividad que procuraban al menos una vez al mes en regiones diferentes del país, todo esto pare reanimar al espíritu.
Un puñado de leños secos crujieron al caer repentinamente rompiendo con el silencio nocturno de la montaña.
-Ya no lloren por el frio nenas- Se jactaba Aarón al llegar presumiendo la labor realizada. Había conseguido el combustible natural que les brindaría la oportunidad de cocinar sus alimentos y de cobijarse de la corriente gélida de aquel sitio distante. Dos pájaros de un tiro, como de costumbre.
Eva y Orestes corrieron para asistir al recién llegado con los preparativos de la fogata. No pasaron ni cinco minutos cuando Orestes ya estaba recordando todo lo que había estado visualizando. Calles oscuras, una vida solitaria y un hogar frio al cual le faltaba calor humano. Se veía a si mismo tendido en la cama. Abrió los ojos al sentir las llamas recién nacidas calentando su rostro. Miro a sus compañeros y sonrió.
-Despierta colega, despierta y ven…

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