viernes, 6 de enero de 2012

El sueño de Asmodeus

¿Cuantos mundos vi caer y sucumbir ante mí? ¿Cuantos sueños robé, sonrisas borré y promesas incumplí? La historia de mi vida vuelta una melancólica melodía de piano. Un dos tres… Un dos tres… Un dos tres. Siempre al ritmo de la más bella extinción. Ahora, sentado en mi trono comprendo que la dominación carece de sentido ya. Conquisté el mundo a cambio de mi alma, conquisté el universo a cambio de mi paz. Soy el emperador sin súbditos, el emperador de la oquedad. Soy el amo de nada. Perdí todo para obtener vaciedad rítmica, destruí todo para sentarme sobre las cenizas y observar en silencio mientras expiro con la carroña. Soy el emperador roto, el príncipe ha muerto, no hay nada que heredar. Cuantos corazones desfragmenté al dar la espalda y cuantas notas amargas y tristes inspiré con mis cruentas guerras. Devorador de espíritus, de sueños e inocencias, tirano manipulador que entregó en el calor de las llamas su último suspiro para dejar de ser humano y comenzar a ser demonio. Yo lo pedí, sí, yo lo pedí. Que estúpido fui al no saber pedir. Pude pedir un mundo aún más hermoso. Hecho para compartir. Incluso, pude pedir aprender a compartir, pude pedir ser mejor de lo que ya era, pero pedí mal, no supe… No supe. En mi memoria pesan las incontables memorias de días mejores que arranque despiadadamente de los libros que albergaban ideas de belleza y ficción. Mi carne helada dejó de sentir. Cuando fui humano alguien me dijo una vez: “Siempre se puede volver a empezar” Y me pregunto si en realidad eso es posible… Desearía comenzar nuevamente, lavar la sangre de mis manos y ser el más digno y humilde de los humanos. Entrego mi legión de espectros a cambio de un techo y un amigo, entrego mi cetro de huesos a cambio del aroma a hogar, entrego mi vacuo imperio a cambio de un beso, entrego mi idea de la nada por un leve rose del todo. Cuando fui humano alguien me dijo una vez: “Siempre se puede volver a empezar” Y me pregunto si en realidad es posible… Y me pregunto si en realidad puedo volverlo posible. Me pregunto si Dios me ha cedido ahora su fuerza creadora.

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